LOS TERRITORIOS TERAPÉUTICOS
Autor: JCP
Los sistemas médicos son estrategias de supervivencia de las
culturas. Ni mejores ni peores, son simplemente modelos adaptativos que
responden implícita o explícitamente a una cosmovisión.
Desarrollar una medicina exclusivamente fundamentada en el
método científico revela también una visión del mundo delimitada y enmarcada
por los límites de la materia, que considera a la mente y a la consciencia como
sus derivaciones o subproductos. Pero otras cosmovisiones vigentes social y culturalmente
entre grandes culturas humanas conciben exactamente
lo contrario: Que la materia y el cuerpo son derivados de la mente y la
consciencia.
¿Cómo conciliar, en un mundo sediento de integridad y
síntesis, visiones del mundo y sistemas médicos tan diferentes?
Si nuestra medicina moderna está en crisis, si buena parte
de los servicios de prestación de salud están en quiebra, si antiguas
enfermedades como las venéreas y la tuberculosis, están de nuevo hoy en
peligroso ascenso ,si, en una palabra, no somos hoy más sanos, en el sentido
total de ser más íntegros,
¿Dónde está, nos preguntamos, nuestro
avance en términos de humanidad?¿Acaso hemos conseguido más paz, más amor, una
mayor libertad? ¿Podríamos decir en serio que somos hoy más responsables,
tolerantes y felices? ¿Qué hemos hecho de nuestro antiguo miedo de morir, que
gravita sobre la vida, de tal manera, que a veces el arte de vivir se reduce al
arte gris de sobrevivir?.
Aunque pareciera impensable hoy, por
nuestros avances, en muchos frentes también estamos perdiendo la guerra contra
los microbios. Pero, ¿Es la muerte la enemiga? ¿O las bacterias, o el dolor?.
¿La vieja estrategia evolutiva límbica de atacar o de huir parece que ya no da
más resultados cuando se trata, no de sobrevivir, sino de conquistar una buena
calidad de vida.
No es, en el plano humano,
el creced y multiplicaos o la supervivencia de los más aptos lo que permitirá
la emergencia de una humanidad mejor.
No es garantizar una vida mejor. Es la cualidad de la
relación con todos y con todo, con los bichos y el dolor, con la naturaleza,
nuestra propia naturaleza en ella inmersa, donde podemos encontrar una
respuesta. Este paradigma nuevo tiene mucho más que ver con el enfermo que con
la enfermedad. La enfermedad es el predicado.
Pero ¿Qué nos hemos
preguntado del sujeto?
La misma enfermedad
está allí como una pregunta abierta demandando qué estamos haciendo con la vida,
es decir, la vida, la mente, la consciencia, el sentir, el espíritu, la
relación total con el mundo. No puede mejorar realmente el nivel de vida del
individuo si no mejora el de la humanidad.
No puede mejorar la
salud si no descubrimos nuestra indisoluble continuidad con el todo humano, que
podemos llamar humanidad, no solo externa sino también esa humanidad interna:
Nuestra propia humanidad.
La salud pareciera tener más que ver con ese puente hacia la
totalidad, que es la integridad, que con cualquier factor aisladamente
considerado, llámese emoción, microbio ó tóxico.
En ese contexto relacional somos lo que somos con todo u
otro, la otredad nutre la yoidad y en el nosotros conquistamos ese nivel de
integridad que podríamos llamar salud.
En ese nivel todos los territorios médicos están integrados.
El chamanismo y la biología molecular, la cirugía y la psicología transpersonal,
las medicinas de la materia con las de la energía. La biocibernética y las
ciencias de la consciencia.
Reflexiones de la luz sobre el diamante de mil caras de la
evolución del mundo, la medicina del hombre es una y diversa. Su diversidad
expande su riqueza cultural desde la unidad esencial del ser humano. Y ésta
unidad contrae su diversidad en el núcleo de humanización que hace de cada
hombre uno con toda la humanidad. Células del cuerpo humano, ya no un cuerpo de
moléculas y tejidos y órganos, sino un cuerpo de sociedades, culturas y
propiedades emergentes, que en la humanidad continúan la corriente única de la
vida
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